¿Conoces a nuestro santo local? Su nombre es Serafín Rodríguez, y es nuestro santo popular valdiviano. Su tumba se encuentra en uno de los extremos del Cementerio Municipal, adornado por un centenar de placas que le agradecen por los milagros y favores concedidos.
El relato popular cuenta que Julio, el hermano de Serafín, habría sido culpable de asesinar a toda una familia para adueñarse del dinero que suponía esta tenía. Sin embargo, Serafín se habría hecho cargo de la culpa del crimen, para salvar a su hermano por ser este menor de edad, agregándose en otras versiones que su hermano era casado y Serafín soltero, decidiendo culparse para no dejar viuda a su cuñada y sin padre a su sobrino. El entregar su vida por otro lo habrían connotado frente al pueblo, y lo dejó cercano a los mártires.
La historia real, sin embargo, cuenta otra cosa. En la mañana del 28 de febrero de 1906, a 17 km de Gorbea, fueron descubiertos los cuerpos sin vida de la familia Gunther, ocultos en un montón de paja, asesinados brutalmente con un hacha de manos. Rápidamente se aprehendió a Julio y Serafín Rodríguez Pincheira, quienes trabajaban en la hijuela como cortadores de trigo. Ambos confesaron de plano su crimen.
Julio y Serafín eran menores de edad, analfabetos, sin antecedentes en su contra y habiéndose suscitado dificultades para comprobar la edad de los reos, aunque todos presumían que eran menores de edad, se pidió informe a dos doctores, quienes opinaron que Julio sin dudas era menor de edad, pero que Serafín no tendría menos de 20 ni más de 24. Por ello, y pese a solicitarse hasta un indulto al Presidente de la República, Serafín Rodríguez fue condenado a la pena de muerte mediante fusilamiento.
En los 6 meses que estuvo recluido en la cárcel de isla Teja, Serafín demostró un comportamiento notable, siendo visitado el día antes de su muerte, el 5 de septiembre, por un grupo de piadosas mujeres. Con esta ocasión, se le permitió despedirse de su hermano Julio, desarrollándose una escena conmovedora, según opinión de los testigos. En sus últimos momentos fue acompañado por el Superior de las Carmelitas, Rev. Padre Cosme, quien se mantuvo a su lado junto a dos religiosos más hasta el momento de los disparos. Ya arriba del cadalso, Serafín se mantuvo sereno, continuamente rezando.
Finalmente, y tal como fue su último deseo, se celebró una misa por el descanso eterno de su alma, la que se efectuó en la Iglesia Mayor siendo seguida por una numerosa concurrencia.
FUENTES:
- Oreste Plath (1993). L’animita Hagiografía Folklórica. Editorial Pluma y Princel.
- Pablo Santiesteban (2020). Serafín y Bertita, los “santos” populares de Valdivia. Diario de Valdivia, rescatado de: https://www.diariodevaldivia.cl/noticia/historias-diariosur/2020/11/serafin-y-bertita-los-santos-populares-de-valdivia.
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